Dentro del marco de la UE y en aras de unificar el criterio para considerar lo que se conoce a nivel europeo el concepto de Pyme tendremos que estar a lo que nos dicta la recomendación 2003/361/CE publicada en el Diario Oficial de la UE de 30 de mayo del 2003 que entró en vigor el día 1 de enero del 2005 donde se delimita lo siguiente:
a) Mediana Empresa, aquella que tiene menos de 250 trabajadores y un volumen de negocio no superior a 50 millones de euros.
b) Pyme, aquella que tiene menos de 50 trabajadores y un volumen de negocio no superior a 10 millones de euros.
c) Micropyme, aquella que tiene menos de 10 trabajadores y un volumen de negocio no superior a 2 millones de euros.
En estos momentos el peso de las pymes en España representan el 78% del conjunto total de las empresas que operan estando la media europea en el 67,4%,
El empleo y autoempleo que generan esta clase de empresas va en consonancia con el peso dentro del aparato económico que no es otro que el 80% del total del empleo existente que se genera tanto en el conjunto de nuestro país como en el de la UE.
La problemática que presentan actualmente esta clase de empresas de reducida dimensión se ha venido fraguando a lo largo de la historia económica más reciente, males por otra parte con un denominador común para el conjunto de los países europeos, lo que ha llevado que en una situación como la actual donde el azote de la crisis se hace cada vez más evidente haya puesto a estas empresas en el disparadero mostrándose altamente sensibles y provocando una situación de insostenibilidad acompañado de cuadro de destrucción de empleo verdaderamente preocupante.
Atendiendo a un análisis simple la problemática que las aqueja viene por varias vías.
El primero de los inconvenientes que presentan es su baja capitalización, esto es, apenas presentan patrimonio empresarial propio para poder acometer con garantías la financiación de sus proyectos lo que provoca la falta de recursos financieros que les son necesarios.
El segundo es su tamaño que impide una expansión de sus propios negocios a nivel nacional y más aún en el ámbito internacional.
El tercero se plantea dentro del ámbito laboral espacial donde existe, fundamentalmente en nuestra legislación, una rigidez que hace que no en pocos casos se ahuyente la contratación de personal por parte de la gran mayoría de ellas.
Y el cuarto, a mi modo de ver, es el protocolo que presenta actualmente nuestro país a la hora de poner en marcha la máquina legislativa. Se crean muchas y demasiadas leyes difícilmente asimilables para estas pequeñas empresas, amén que esas mismas leyes van más encaminadas a otra clase de empresas de mayor tamaño.
Si a esto añadimos que la deuda que mantienen nuestras distintas administraciones con esta clase de empresas llega a la friolera de 12.000 millones de euros lo que ha provocado la desaparición de unas 300.000 en los últimos cuatro años nos mostrará la realidad en la que se mueven.
Cientos de miles de Pymes han dejado de existir. |
No sé lo que nos deparará el nuevo gobierno entrante, en todo caso, si queremos que esta catarsis acabe, habrá que acometer una profunda y verdadera reforma de nuestra política empresarial que consiga crear un entorno y condiciones favorables para la recuperación del tejido empresarial e industrial que representan nuestras pequeñas empresas y así recuperar el pulso y la senda de generación de empleo.
Habrá que acometer reformas en el aspecto laboral aplicando una legislación más flexible que favorezca la contratación de personas, se tendrá que apostar por un apoyo a empresarios jóvenes y no tan jóvenes con iniciativa creadora, habrá que tener en cuenta medias fiscales diseñando legislaciones que sean más propias para esta clase de empresas y, en definitiva, habrá que prestar más atención, por parte de nuestra clase política, hacia este sector empresarial a fin de que recuperen la confianza necesaria y de forma urgente.
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